Las inquietudes musicales y el amor por la naturaleza que mostró el joven rey Federico II le hicieron preferir el entorno de Potsdam al bullicio ciudadano de Berlín. En la residencia de las afueras, el monarca combinó el esplendor cortesano del absolutismo y la sencillez de la vida campestre. En agosto de 1744, el rey ordenó que se plantara una viña en el paisaje de morrena suavemente montañoso de Potsdam, y pocos meses después mandó erigir un palacio de recreo en la terraza superior, que recibió un significativo nombre: Sanssouci, «sin preocupaciones».
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